Sin registro civil
Existen rostros sin nombre, que surgen de ideas y sensaciones, tienen una historia pero no comparten una realidad común antes de ser fotografiados. Son concebidos en la imaginación y gestados entre investigaciones, bocetos y reuniones; latentes hasta que sean llamados a existir entre una foto. Usan el rostro, los gestos y el cuerpo de otro, se mueven e interactúan en un espacio bidimensional. Hablan de todo menos de ellos, maniquíes para mostrar intangibles, sentimientos, conceptos, sensaciones y anhelos.
Los tres ojos
Uno a la altura del simple espectador, atento a lo que supone y de lo que ya ha visto; ojea, buscando donde coinciden sus memorias y las expectativas. Otro, media entre los anhelos del mirón y el exhibicionista, espera complacer ambos mientras su punto de vista se pierde durante la negociación. El tercero quiere abandonar la suposición, indagar y sumergirse; desea ser sorprendido y pone su criterio a prueba, se expone, articula entre lo qué debe ser mostrado y la forma para hacerlo.
El primero sirve para masturbarse, el segundo para alimentarse y el último para respirar.
Lo que le entendí a Bresson
Sólo importa ese instante en que la cabeza, el ojo y el corazón se encuentran sobre un mismo eje. La cabeza debe tener claro quién sostiene el rostro tras el visor, darle un sentido y un lugar en el recuadro. El ojo debe estar seguro de sus decisiones, debe estar atento a la acción, al gesto y a la sorpresa, matizarlos o acentuarlos. Y el corazón, debe conducir o dejarse llevar por sujeto hasta ese lugar y el momento apropiado para obturar.